Nos conocimos entre 1990 y 1998 cuando fui secretario interamericano para la Internacional de Servicios Públicos (ISP). Uno de nuestros afiliados era el Sindicato de Trabajadores de Gobiernos Locales y Estatales (AFSCME), que incluía al Local 907, sindicato de obreros del ejército estadounidense en la Zona del Canal de Panamá en aquellos días.

Era Bill Lucy de AFSCME quien inicialmente me avisó de la importancia de crear una amistad con Luis, secretario general de la ORIT.  Su capacidad única de manejar las polémicas de la guerra fría creó el espacio para un crecimiento enorme para el movimiento sindical en las Américas.

Atrajo un equipo excepcional a la oficina de ORIT incluyendo Gerardo Castillo, Eduardo Rodríguez, Katia Gil, Alvaro Orsatti, y los asesores Julio Godio y Beethoven Herrera. Entre los líderes de CIOSL (ahora CSI) su oficina fue la primera en reconocer la importancia de crear coordinación con los secretariados como ISP.

Me siento muy privilegiado de haber participado en las reuniones de coordinación entre ORIT y los Secretariados (Iglesias/UITA, Arosemena/FITCM, Benítez/IPCTT, Rosenzvaig/FIP) con el apoyo de Jurgen Eckl de la Fundación Ebert.

Aprendimos mucho y Luis fue el primero en ofrecer ideas innovadoras para enfrentar los desafíos. Venía de una perspectiva crítica sobre la manera que la central sindical de mi país (AFL-CIO/EE.UU.) llevaba a cabo las relaciones con sindicatos de América Latina.

Me acuerdo y siempre seré agradecido que Luis me defendió mucho frente a la crítica de Bill Doherty.

Las tesis de los Congresos de la ORIT reflejaron e inspiraron al movimiento sindical de la región, empezando con el ‘sindicalismo socio-político’.

Y los discursos de Luis eran como una clase maestra para formar a los dirigentes sindicales emergentes.

Líder, Maestro, Guía, Entrenador, Intelectual…todo esto y más era Luis.

Tim Beaty, Washington, octubre 2018

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