Coincidencia o no me encontraba en isla Contadora, Panamá, cuando me dispuse a escribir recordando los aspectos más sobresalientes de lo que fue una amistad y trabajo sindical con Luis Anderson. Los recuerdos iban y venían. Panamá fue la tierra que lo vió nacer.

Fue en los años ochenta, cuando se firmaron los «Acuerdos de Paz de Contadora», que sentaron la paz en Centroamérica, en que comencé a escuchar el nombre de Luis Anderson.

Desde la Confederación Internacional de Organizaciones Libres, CIOSL, en su sede en Bruselas, seguíamos muy de cerca el proceso de paz en esa subregión. La guerra estaba provocando innumerables violaciones a los derechos humanos y sindicales. Numerosas organizaciones sindicales eran afectadas por esta situación.

Fue precisamente durante ese periodo que conocí a Luis Anderson. Me encontraba en el exilio, refugiado en Bélgica. La CIOSL me había tendido su mano solidaria incorporándome a su equipo de trabajo para América Latina, equipo que conducía Enzo Friso, un reconocido y querido sindicalista italiano.

Más al sur de América Latina, sus países sufrían el rigor de las dictaduras. Los sindicatos eran el blanco preferido de la represión. Sus dirigentes eran perseguidos, torturados, encarcelados y muchos de ellos aún continúan en la calidad de detenidos-desaparecidos.

Las violaciones a los derechos humanos en las regiones de Centroamérica y el Cono Sur eran pan de cada día.

Las confederaciones sindicales afiliadas a la CIOSL, principalmente europeas, mantenían una red de solidaridad directa con los trabajadores y trabajadoras de América Latina. Crearon un comité especial de defensa de los derechos humanos y sindicales el cual operaba desde Bruselas bajo la conducción de Enzo Friso y se reunía periódicamente para escuchar los testimonios de sindicalistas de América Latina, analizar la situación en los países de la región y definir sus acciones de solidaridad. Este Comité, de manera permanente, recurría ante la Organización Internacional del Trabajo, OIT, utilizando sus mecanismos de control y de denuncia para la aplicación de los Convenios Internacionales del Trabajo que eran violentados con frecuencia. Intervenía ante las diferentes autoridades nacionales e internacionales, se organizaban misiones especiales de solidaridad con los sindicatos en los países afectados. Mantenían un fondo solidario de ayuda humanitaria a favor de los sindicalistas y sus familias que sufrían las consecuencias de la represión.

Entre tanto, se libraban intensas conversaciones al interior de la CIOSL ante el regreso de una de sus afiliadas importantes que años atrás la había abandonado por diferencias profundas en materia de política internacional con las organizaciones sindicales europeas. Se trataba de la Central Obrera de Estados Unidos, la AFL-CIO que mantenía un férreo control de la Organización Regional Interamericana de Trabajadores, ORIT, a través del hoy desaparecido Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre, IADSL. Este instituto sindical mantenía oficinas de representación en casi todos los países del área. Se le atribuían apoyos a gobiernos autoritarios y dictatoriales e intervenir en el accionar de los sindicatos con una fuerte política anticomunista.

La ORIT, que reunía a las confederaciones de Amárica afiliadas a CIOSL, se veía envuelta y arrastrada en esta política definida desde los Estados Unidos y aplicada por la AFL-CIO y su instituto. Por su parte, las organizaciones europeas, afiliadas a la CIOSL, abrían y profundizaban sus relaciones directamente con importantes centrales y confederaciones de la región de manera amplia y plural, la mayoría de ellas no eran afiliadas a ORIT.

Fue en este contexto que Luis Anderson asume la secretaria general de la ORIT. Iniciado su mandato debió despejar una gran interrogante, sino sucumbiría en su intento de dirigir la organización mayoritaria de América: ¿Cómo mantener un equilibrio entre dos visiones sindicales, una sostenida por sus afiliadas influenciadas por la política de la AFL-CIO y otra sostenida por organizaciones, muchas de ellas emergentes, sin afiliación sindical internacional que estaban siendo apoyadas decididamente por los sindicatos europeos?

Responder correctamente a esta interrogante era fundamental para iniciar cualquier proceso de cambio. América latina se encontraba envuelta en grandes conflictos, dictaduras y guerras que hacían difícil el trabajo sindical. Más aún, cuando reinaba la división sindical. Las desconfianzas entre el sindicalismo propiciado por la AFL-CIO y el sindicalismo propiciado por las afiliadas europeas de la CIOSL prevalecían en medio de los conflictos de la guerra fría.

Una vez que Anderson asume la secretaria general se instala a trabajar en las oficinas de ORIT, que funcionaban en la imponente sede de la Confederación de Trabajadores de México. Inmediatamente toma el control con un nuevo equipo que lo asesora y apoya en todas sus labores, con una orientación abiertamente socialdemócrata. Poco a poco la desconfianza inicial se va transformando en confianza. Luis Anderson demuestra su habilidad política y sindical y logra el apoyo de las grandes confederaciones de Europa y de América.

Esto le permite a Anderson comenzar a adentrarse en América Latina con una estrategia de acción amplia y plural con las organizaciones sindicales de la región ya fueran estas afiliadas o no. Se necesitaba crecer e integrar a nuevas organizaciones sindicales y así fortalecer al movimiento sindical de la región con mayor poder de negociación.

El trabajo que desarrollaba el Comité de Defensa de los Derechos Humanos y Sindicales desde Bruselas se intensifica con la incorporación activa de Anderson. Se organizan diversas misiones sindicales internacionales de apoyo y solidaridad hacia los países de la región y de su movimiento sindical. Se produce una sincronía política y sindical importante entre Anderson y Friso, que, a mi juicio, será decisiva para el futuro del movimiento sindical de la región.

Esta sincronía es transmitida hacia los equipos de trabajo de ambos dirigentes, que delinearon una estrategia de apoyo y coordinación hacia las confederaciones sindicales nacionales más representativas de América del Sur, en particular en el Cono Sur, donde ORIT no tenía buena reputación. También la confluencia que se produjo al interior de los equipos de trabajo entre una visión sindical humanista laica y una visión humanista cristiana facilitó la extensión de la influencia de la CIOSL a través de la ORIT.

En Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay había una fuerte tradición unitaria. Algunos países estaban iniciando un proceso de transición después de haber sufrido regìmenes dictatoriales y otros aún se mantenían bajo dictaduras. El conjunto de estas centrales sindicales representaban más del 70% de la afiliación sindical de América latina.

Sobresalían líderes sindicales por sus inclaudicables luchas por la libertad, la justicia social y la defensa de los derechos humanos. Con legitimidad reconocida conducían sus organizaciones. Era el caso de Luis Ignacio Lula da Silva (que más tarde fue presidente de Brasil) que encabezada la CUT de Brasil; Juan Lechín, histórico dirigente sindical de la COB de Bolivia (ya fallecido); José D’Elia presidente del PIT/CNT de Uruguay (ya fallecido); Saúl Ubaldini, secretario general de la histórica CGT de Argentina (ya fallecido); Rodolfo Seguel, un emergente sindicalista que conducía el Comando Nacional de Trabajadores de Chile; y en Paraguay, Víctor Baez que creaba la CUT (actual secretario general de la CSA que fusionó a la ORIT con la CLAT).

ORIT/CIOSL, como se comenzó a nombrarla en esta nueva etapa, realizó un gran esfuerzo para lograr una interacción personal entre estos líderes, quienes no se conocían personalmente.  La experiencia de cada uno, sus aportes en la lucha por la recuperación de la democracia era esencial para el desarrollo del sindicalismo de la región.

Después de muchas entrevistas, reuniones y recopilación de información en cada uno de estos países, los asesores directos de Anderson y Friso les presentaron un informe analítico con propuestas, lo que dio paso a una de las iniciativas mñas importantes para el sindicalismo de la región: la coordinación amplia y diversa entre las centrales sindicales alrededor de objetivos comunes. Fue así que surgió después de un encuentro internacional en Buenos Aires, Argentina, la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur, CCSCS.

No cabía duda que Anderson no solo lograba su legitimidad interna en la ORIT y en la CIOSL, sino que también se proyectaba como un líder a nivel latinoamericano que lograba aunar voluntades de las más diversas expresiones del sindicalismo latinoamericano.

Acciones solidarias muy concretas se intensificaron en la región. Entre varias recuerdo una misión muy especial a Centroamérica integrada por importantes representantes de las confederaciones de Europa y de América. Nos encontrábamos en El Salvador, dos días atrás habíamos recibido un llamado de auxilio de una persona que había sido testigo del allanamiento y apresamiento de la directiva de la Federación Sindical Revolucionaria, la cual se encontraba realizando su congreso en una casa de retiro de la iglesia católica. Hombres armados y encapuchados los habían secuestrado. El gobierno negaba las detenciones, por lo que se encontraban en calidad de detenidos-desaparecidos. Sin embargo, en una reunión concedida a la delegación por el Presidente de la República de ese entonces, Sr. Magaña, ante las evidencias presentadas no tuvo otra opción que reconocer que los sindicalistas se encontraban detenidos en el cuartel de la policía nacional. Anderson reacciona de inmediato y le dice al Presidente que quisieran ver a los detenidos. El Presidente los deriva al ministerio de defensa dirigido por un general, (el que venía llegando de Chile adonde había ido a condecorar al dictador Pinochet), quien autorizó el ingreso al cuartel de la policía nacional. De inmediato Anderson y Friso se dirigieron allí, donde fueron recibidos por un capitán, que entre sus antecedentes lucía el cargo de presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos de El Salvador. Lograron reunirse con todos los sindicalistas apresados, entre los que se encontraba una mujer embarazada. Todos ellos habían permanecidos amarrados y vendados, sin alimentarse. Fue un encuentro de mucha emoción. Anderson se dirigió a ellos con palabras llenas de cariño, compromiso y esperanza. Esta esperanza se transformó en una realidad, ya que esa tarde fueron liberados la mitad de los detenidos, días después todos fueron puestos en libertad.

Esta nueva política de acción directa implementada por ORIT/CIOSL no solo se manifestó en Centroamérica, también fue aplicada en el Cono Sur.

Chile estaba viviendo un período de violencia y represión extrema. Sus dirigentes sindicales estaban siendo encarcelados y perseguidos. Entonces se decidió trasladar una sesión del Comité de Defensa de Derechos Humanos y Sindicales a Santiago de Chile. En plena dictadura y desafiándola se reunierón representantes sindicales del mundo entero y marcharon por las calles de Santiago junto a los dirigentes chilenos de la Coordinadora Nacional Sindical, CNS. En una columna todos los participantes en un solo bloque, unidos por sus brazos entrelazados recorrieron las siete cuadras que separaban el lugar del sitio de la reunión con los Tribunales de Justicia. Acompañando a Manuel Bustos y Arturo Martínez, presidente y secretario general de la CNS, quienes eran requeridos por la dictadura ante esos tribunales para procesarlos por el solo hecho de defender los derechos de los trabajadores. La columna que marchaba encabezada por Friso y Anderson y donde este último sobresalía por su color y estatura, era vitoreada a medida que se abría paso entre la gente que a esa hora transitaba por el centro de Santiago. Así, poco a poco la columna fue creciendo y finalmente fue reprimida y disuelta por las fuerzas especiales de la policía.

Hubo otra acción que tuvo repercusión mundial. Nuevamente los líderes sindicales chilenos Bustos y Martínez habían sido apresados por la dictadura la que procedió a deportarlos a zonas alejadas de la capital. Bustos fue confinado en la ciudad de Parral, al sur de Chile y Martínez a la ciudad de Chañaral, al norte del país.

Anderson y Friso encabezaron una amplia campaña mundial para obtener la libertad de estos dirigentes sindicales chilenos. Se logró sensibilizar a la opinión pública internacional. Delegaciones internacionales integradas por sindicalistas y políticos viajaban a Chile para encontrarse con Bustos y Martínez en sus respectivos lugares de relegación y pedir su liberación. Los medios de comunicación daban cuenta periódicamente sobre la situación de los relegados. Sin embargo, la dictadura no daba su brazo a torcer.

Surgió entonces la iniciativa entre las afiliadas italianas de CIOSL, que apoyaban decididamente a Anderson en su gestión, para que Lech Walesa viajara a Chile a solidarizarse con los sindicalistas relegados y pedir su liberación. Walesa había logrado vencer al régimen comunista de su país a través de un gran movimiento huelguístico conducido por el sindicato Solidaridad, había sido galardonado con el Premio Nobel de la Paz y posteriormente fue presidente de Polonia.

Esta iniciativa fue recogida por los medios de comunicación internacionales y nacionales los cuales esparcieron mundialmente la noticia que Walesa viajaría a Chile para obtener la liberación de los sindicalistas chilenos. La dictadura sintió la presión. Los sindicatos chilenos organizaban los preparativos para la visita de Walesa a quien se le esperaba con manifiesta esperanza, no solo por el movimiento sindical, sino que por el conjunto de la oposición chilena. Se estaba generando un gran hecho político.

Después de largas conversaciones y negociaciones entre la ORIT/CIOSL con Walesa, éste accede a viajar a Chile. Pero ésta aceptación estuvo marcada por condiciones impuestas por Walesa, entre las cuales se encontraba la más relevante y delicada de tratar políticamente. Walesa además de reunirse con los relegados deseaba reunirse con el dictador Pinochet, porque según su personal percepción el dictador chileno había vencido al comunismo, tal y como él lo había hecho en Polonia. Qué situación más difícil se presentaba a pocos días de su viaje a Santiago de Chile. Walesa ponía en una encrucijada a los organizadores que estaban comprometidos en esta operación política y sindical.

La dictadura no daba señales de ceder. Sin embargo, por un hecho imprevisto y de última hora, el viaje de Walesa fue suspendido. Un día antes de embarcarse Walesa y su comitiva a Chile, Pinochet anunció la liberación de ambos dirigentes sindicales… ya no era necesario el viaje de Walesa…

Así como en los años ochenta Anderson jugó un importante rol en el sindicalismo latinoamericano, en los años noventa se proyectó al interior de la Organización Internacional del Trabajo, influyendo para que se fortaleciera la participación de los trabajadores en las distintas oficinas que la OIT mantenía en América Latina. Así la Oficina de Actividades para los Trabajadores, ACTRAV, acrecienta su rol político ante la dirección de la OIT en Ginebra. A nivel mundial su nombre comienza a surgir como una alternativa para dirigir la CIOSL que avanzaba por un camino hacia la unidad con la Confederación Mundial del Trabajo, CMT (años después se fusionó la CIOSL con la CMT dando orígen a la central sindical internacional más representativa del mundo, la Confederación Sindical Internacional, CSI.

Soy un convencido que Anderson se anticipó al cambio de ciclo que hoy estamos viviendo. En su gestión al frente de la ORIT/CIOSL se esforzó para reunir los aportes de los sindicatos y de sus líderes latinoamericanos que se encontraban dispersos y aislados. Por valiosos que fueran en su individualidad, creía que les faltaba esa sinergia, ese refuerzo conjunto, que surge de su combinación y puesta en común para enfrentar los desafíos de un cambio de ciclo que ya se vislumbraba.

No me cabe duda que para Anderson ese era el desafío de los desafíos. Que en América la ORIT/CIOSL, contribuyera a trascender las individualidades, los problemas graves e ingentes que desbordan a las direcciones sindicales, sus carencias y debilidades, sus divisiones y roces, sus malas experiencias y sus decepciones.

Muchas veces en mi casa en Louvain-la Neuve, Bélgica, alrededor de un asado en medio de la nieve, lo conversábamos, coincidiendo que el incentivo para lograr lo anterior, era la conciencia lúcida que unidos seriamos mucho más que la suma de sus dirigentes, que la suma de sus recursos, que la suma de sus potencialidades, que la suma de sus aportes. No era sólo la suma. Era muchísimo más que eso, era la sobreabundancia de la sinergia, entendiendo sinergia como “energía conjunta”, como “concurso activo y concertado”, como mancomunión de aportes y de esfuerzos, cuyo resultado, evidentemente, como fenómeno propio de nuestra humanidad, era un incremento más que proporcional de la suma de esos esfuerzos. Y nadie mejor que un sindicato para entender esto, pues en él se sabe por experiencia, que muchas veces su acción es más grande y poderosa que la suma de las acciones individuales.

Anderson se imaginó una ORIT/CIOSL poderosa, que concentrara las labores de capacitación, de difusión, de diagnósticos, de recepción de sugerencias y demandas. Una gran instancia que elaborara propuestas, que interactuara con las autoridades internacionales y también nacionales, con los empresarios, con los partidos políticos, que enfrentara los problemas regionales -por lo demás tan estrechamente unidos y dependientes, como unida y dependiente ha sido nuestra historia y han sido nuestras luchas-.

Una instancia que multiplicara y potenciara los aportes de cada una de sus organizaciones integrantes y pudiese apoyar a sus dirigentes sindicales en la interlocución válida con las distintas autoridades y de los restantes actores sociales y de sus organizaciones.

Ese fue el largo camino que inicio Anderson, que tuvo avances y retrocesos, como los ha tenido la historia sindical de nuestros países de Latinoamérica. No alcanzó a recorrer todo ese camino… su partida nos sorprendió a todos.

Juan Manuel Sepúlveda Malbrán. Panamá, septiembre de 2018.

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