1.-Un encuentro personal.

Yo había llegado a México para iniciar mis estudios de Maestría en economía y política internacional, y la mañana del 24 de junio de 1984 crucé la Avenida Universidad para buscar el desayuno y alguien me saludó muy amablemente. Ello resultaba realmente sorprendente en una ciudad de 20 millones de habitantes que yo no visitaba desde hacía tres lustros cuando estuve como misionero juvenil y fuí hondamente impactado por la secuelas que había dejado la masacre de Tlatelolco cometida contra estudiantes que protestaban, en octubre de 1968.

En un primer momento no identifiqué bien a la persona que me saludaba, pero cuando me percaté de la forma típica en Costa Rica de pronunciar la letra “rrr”  detallé mejor su rostro y concluí que se trataba del Licenciado Gerardo Castillo Hernández, con quien había compartido varios seminarios en el Centro de Estudios Democráticos de América Latina (CEDAL) de la Fundaciòn Ebert de Alemania y el Partido Liberación Nacional en Costa Rica.

A la pregunta acerca de qué hacía en esa ciudad, me contestó que acababa de llegar para acompañar a un dirigente sindical panameño, de quien yo no tenía conocimiento, quien acababa de ser designado Secretario General de la ORIT .

Yo reaccioné de inmediato, sin siquiera pensarlo y le respondí sin espera:

– “Pero esa es una entidad controlada por los americanos y reúne al sindicalismo mas atrasado del continente”.

Y Gerardo me respondió:

– “ Precisamente es eso lo que queremos cambiar”.

Yo no necesité de mucho análisis para replicar:

– “ Francamente lo creo imposible. Pero como conocí su trabajo en Costa Rica, me sorprende que hayas aceptado ese encargo”.

El respondió como si hubiese presentido la pregunta:

-“Se trata de apoyar a un dirigente nuevo y honesto, y tú podrías apoyarnos a realizar cartillas y redactar discursos, pero como no queremos hacerlo de la mano de los americanos no tendríamos dinero para pagarte”.

Yo le respondí de inmediato:

-“ Yo tengo la beca de la universidad de Colombia y no requiero que me paguen pero te advierto que solo lo haré porque lo conozco a usted pero tengo muchas dudas de que lo que ustedes pretenden, resulte realizable”.

La semana siguiente al terminar mis estudios en el CIDE, me dirigí a la oficina de la ORIT que estaba ubicada en el mismo edificio de la Confederación de Trabajadores de México (CTM).

Cuando Gerardo me invitó a pasar a la oficina del Secretario General, encontré a Luis Anderson sentado en su escritorio leyendo un documento. Me miró por encima de las gafas y cuando me vió acercar y se levantó para saludarme, encontré que su cabeza casi llegaba hasta el techo.

Después de las presentaciones de rigor, Gerardo le preguntó que cuál era el documento que lo tenía tan concentrado y él nos mostró un formulario con preguntas que habían llegado para publicar como entrevista en la revista Nueva Sociedad de la Fundación Friedrich Ebert  de Alemania.

El tono del formulario de la entrevista era bastante agresivo y se percibía desde la primera línea, que trataba de poner contra las cuerdas a Luis, quien llevaba pocos meses en el cargo y apenas comenzaba a participar en los escenarios internacionales en los que después se destacaría por dos décadas.

Las preguntas eran recurrentes en cuestionar por qué la ORIT había apoyado el golpe militar en Brasil y la invasión a República Dominicana que habían derrocado a los gobiernos democráticos  de Joao Goulart y de Juan Bosch.

Yo había tenido la fortuna de conocer en persona al derrocado presidente Bosh en Colombia y de visitarlo en República Dominicana, había visitado Brasil y había podido conversar extensamente con Guillermo Toriello, canciller del gobierno de Jacobo Arbenz de Guatemala; también derrocado por los Estados Unidos en 1956.

Por lo anterior, le comenté a Luis algo así como esto:

-“Esos hechos ocurrieron  en el marco de la Guerra Fría entre las dos potencias triunfadoras de la Segunda Guerra Mundial, y ellas se consideraban con el derecho de intervenir en sus órbitas de influencia (considerando a América Latina como su “patio trasero”), de modo tal que a las intervenciones estadounidenses a Dominicana, Guatemala y Grenada, se correspondían con las invasiones de la URSS a  Hungría, Checoeslovaquia y Afganistán”.

Y agregué:

-“Como se trataba de su botín de guerra por la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial, ninguno cuestionaba los desafueros que la contraparte cometiera en su respectivo campo de influencia”.

Gerardo intervino para agregar, en el tono mesurado que conserva aún en los mas candentes debates:

-“Hay que recordar que las comunicaciones mencionadas, proferidas por la ORIT no fueron resultado de un Congreso ni emanaron de su Comité Ejecutivo, sino que se trató de comunicaciones individuales proferidas por el respectivo Secretario General y que eran redactadas por un anticastrista que continuaba vinculado a la ORIT, encargado de la redacción de los documentos”.

Comencé entonces a trabajar con la ORIT y en varias ocasiones fui convocado por el tesorero (siempre un estadounidense) para responder cuestionarios sobre mi adhesión o no a las ideas marxistas. Era evidente que nos encontrábamos en el seno de una organización permeada por las influencias del sindicalismo autodenominado “libre”, claramente marcadas por el anticomunismo.

Yo no había militado nunca en un Partido Comunista, y por el contrario acababa de visitar la Unión Soviética y presenciar el comienzo de su descomposición, de modo que pude tener con Luis un diálogo abierto en presencia de un grupo privilegiado de intelectuales como Julio Godio y David Mena; y en ocasiones Armando Arancibia y Pedro Paz.

Recuerdo mucho esa reunión porque tuvo múltiples implicaciones: la respuesta a esa entrevista publicada integralmente en la revista Nueva Sociedad marcó el comienzo de una relación fraterna y altamente productiva con la fundación Ebert de Alemania, la cual nos apoyó decisivamente a través de los institutos ILDIS y FESCOL en diversos países, para desarrollar programas de educación que sin duda cambiaron la dirección del movimiento sindical del continente.

Por otra parte el conocimiento de esa posición publicada en la revista, le ganó audiencia con amigos sindicalistas de Italia, España, Holanda y países nórdicos, quienes pudieron constatar que una nueva dirección estaba a cargo de la ORIT.

En el diálogo con Luis quedó claro que era un nacionalista convencido, que no creía en el comunismo como solución a los problemas de los trabajadores, que admiraba profundamente a Omar Torrijos por su personalidad y por su obra; y que Luis no simpatizaba con el marxismo. Yo me encargaría con el paso de los años de ayudarlo entender que la tesis de que el trabajo humano es la única fuente generadora de valor fue planteada en sus inicios por teóricos del capitalismo como Adam Smith y David Ricardo, y que lo único que hizo Marx fue sacar las conclusiones lógicas de esa  tesis.

Si los trabajadores son los que generan la riqueza, siguiendo a Smith, ¿cómo es posible que esos mismos trabajadores vivan en la miseria?: La única explicación posible es que son explotados y no les pagan lo que producen, concluirá Marx.

Con el paso de los años Luis fue profundizando en el conocimiento de las leyes que rigen las relaciones sociales, y sobre todo; en las relaciones laborales. De modo que aunque nunca se proclamó marxista, su posición democrática y nacionalista le abrió puertas de entrada a la ORIT en países en los que estaba vetada simplemente por quienes consideraban que su acción contribuía al mantenimiento de un sistema de explotación.

Tuve la ocasión de acompañar a Luis Anderson  en múltiples discusiones en Chile, Argentina, Brasil y Paraguay (él nunca fue a Bolivia y cuando fue a Cuba no lo pude acompañar). En todas las discusiones que precedieron al ingreso de las organizaciones de algunos del Cono Sur a la ORIT la pregunta sobre el apoyo de esta organización a las dictaduras e invasiones, era recurrente.

Luis  respondía una y otra vez  con decisión y firmeza:

-“esos hechos ocurrieron en un contexto de confrontación geopolítica y la ORIT fue permeada por la ideología de uno de los bandos; pero yo les aseguro que bajo mi conducción, la ORIT no volverá a apoyar actos que violen la soberanía o que interrumpan los procesos democráticos de los países”.

Yo ya había estado en Corea del Norte, Cuba y la URRS, había vivido una temporada en Nicaragua al inicio de la revolución sandinista y por ello pude apoyar a Luis en el desarrollo de un segundo nivel de argumentación. Cuando los sectores radicales de Brasil, Paraguay y Chile se oponían al ingreso de sus organizaciones a la ORIT Luis respondía con claridad:

-“ Mira chico, la ORIT bajo mi conducción no ha producido ninguna resolución que avale la ruptura del orden constitucional en ningún país ni que viole su soberanía”.

Y preguntaba mirando fijamente a los ojos de su interlocutor:

-“Muéstrame tú una sola palabra en la que la Federación Sindical Mundial(FSM), de inclinación comunista, haya condenado la invasión soviética en Hungría mediante la cual se derrocó y fusiló al primer ministro Imre Nagy o a la invasión soviética en Praga frente a la cual el estudiante Jean Palach se inmoló frente a los tanque rusos”.

Ese debate fue tan decisivo que obligó a Luis a profundizar en la comprensión de las relaciones políticas internacionales. Y en ello fue contundente el apoyo de amigos entrañables como Jurgen Eckel de la DGB,  de Giuseppe Giuliano y Luigi Cal, de Manolo Bonmati  y personas cercanas que trabajaban con él en la ORIT como Ana Nitoslawska quien había vivido en persona las limitaciones del régimen político establecido por los soviéticos en Polonia.

Me he extendido en esta narración, pues creo que de una parte marcó mi relación con Luis y con la organización, y por eso ubicó mi aporte en el campo del análisis económico y de las relaciones políticas y tendencias de la naciente globalización.

Y por otra parte espero ayude a comprender los motivos que inspiraron  Luis a introducir cambios en el sindicalismo de América Latina.

2.-Los orígenes sindicales de Luis Anderson.

Cuando Luis hablaba de su pasado se sentía orgulloso de haber dirigido el sindicato del Local 907 del Canal de Panamá y explicaba que por dicha responsabilidad había sido afiliado a la AFL-CIO de Estados Unidos, pues aún imperaba el dominio estadounidense sobre la zona del Canal de Panamá.

Algunos norteamericanos consideraban que lo habían colocado a cargo de la ORIT para seguir sus órdenes y que en tal sentido se habían sentido defraudados por el giro que Luis le había dado a la organización. De ello no tengo evidencia pero si me constan los interminables debates en el Consejo Directivo de la ORIT para aprobar resoluciones que condenaban el embargo estadounidense contra Cuba, decisión a la cual los sindicalistas norteamericanos se oponían rotundamente.

Uno de los aspectos menos analizados de la experiencia sindical de Luis Anderson es el hecho de que dada la afiliación sindical de Panamá a la central sindical estadounidense, el régimen laboral que se aplicaba a los trabajadores panameños del Canal, era mas favorable que el que se aplicaba al resto de trabajadores panameños.

Lograr que los trabajadores canaleros aceptaran ajustar sus condiciones al régimen laboral panameño, sólo por la motivación patriótica de recuperar la soberanía del canal, era lograr la “cuadratura del círculo”: pero ello se logró y Luis lo contaba con emoción.

Como buen latino Luis era impaciente y se sentía sometido a inmensas presiones, por ello nos contaba que al regresar de Washington tras asistir a la firma del tratado Torrijos-Carter que garantizó la reversión del canal a la soberanía panameña, Luis viajaba en el avión al lado de un pasajero asiático y al explicarle el motivo de su viaje Luis le había dicho:

-“Vengo de asistir a la firma del tratado, pero su cumplimiento está muy lejos!!”.

Y el asiático respondió, según contaba Luis:

-“amigo mío, veinte años pueden ser mucho en la vida de cada persona, pero es un breve plazo en la vida de un pueblo, sobre todo cuando se trata de recuperar la soberanía”.

Ese firme apego de Luis a los valores democráticos y su firme rechazo a las violaciones de la soberanía, tuvieron varias pruebas de fuego.

Fiel a sus convicciones democráticas Luis renunció al cargo en el Ministerio de Trabajo por no compartir los lineamientos de una reforma laboral precarizadora que imponía el FMI, y se retiró de la Junta directiva del Canal de Panamá como señal de protesta por el fraude electoral realizado por el General Manuel Noriega, aún sabiendo que eso traería consecuencias, como en efecto las tuvo.

Después de que Guillermo Endara se posesionara como Presidente de Panamá en una base militar estadounidense, como corolario de la invasión estadounidense, el nuevo presidente que había ganado la elección pero había sido burlada por Noriega, buscó a Luis,  y cuando él nos contaba esa escena siempre se lamentaba que esa posesión se hubiese realizado en una zona ocupada por estadounidenses.

3.-El rescate del ideario fundacional de la ORIT

La primera tarea específica que Luis me encomendó por sugerencia de Gerardo fue explorar en los archivos de la ORIT los objetivos y propuestas que había tenido la ORIT en su fundación. Resultaba increíble que una organización que llegaba a los 40 años de vida hubiera sido concebida para actuar de una manera tan apegada a los intereses geopolíticos del gobierno del país de su mayor afiliada.

A mi me sorprendió altamente escuchar a un dirigente de la AFL CIO en el debate sobre el embargo de Estados Unidos contra Cuba afirmar impávido que:

-“ nosotros defendemos a nuestro gobierno porque somos sus ciudadanos, creemos en nuestro modo de vida y debemos oponernos a gobiernos antidemocráticos”.

Ello que podría verse como una libre expresión ciudadana individual, resultaba para mi inaceptable de cara a salvaguardar la autonomía de los sindicatos frente a cualquier gobierno, principio medular por desgracia bastante olvidado hoy por diversas organizaciones sindicales que se pliegan a los gobiernos dependiendo de su signo ideológico.

En efecto, dediqué las tardes de muchos días a explorar los archivos de la ORIT acerca de su fundación y de los primeros congresos y me encontré que los fundadores en Ciudad de México se habían alineado firmemente en contra de las dictaduras de Somoza, Batista, Trujillo y Strossner que regían en el continente.

Así mismo era central en la plataforma de principios fundacionales la defensa de una reforma agraria democrática y  la defensa de la soberanía de los países.

Era evidente que esos principios habían sido oscurecidos por actuar bajo el alero de la central sindical estadounidense.

Redacté entonces, orientado por Gerardo Castillo, la Politica Educativa de la ORIT, incorporando los aportes del gran sociólogo argentino Julio Godio, acerca de que los sindicatos deben transcender el marco de su membresía para actuar en toda la sociedad y no limitarse a las reivindicaciones económicas, sino que deben apostarle a la protección de los derechos humanos de todos los ciudadanos y a la la defensa de una democracia integral.

A esa concepción Godio llamaba “sindicalismo societario” pero Luis después de muchas horas de debate concluyó que la palabra tenia poca sonoridad para el lenguaje de los trabajadores. Y propuso llamarlo “ sindicalismo sociopolítico” y así se difundió por todo el continente.

Con esa concepción trabajamos los retos del cambio técnico, enfrentamos los programa de ajuste del FMI que cobraba la deuda externa contraída por los dictadores, defendimos los procesos democráticos  amenazados en diversas regiones; y sobre todo, promovimos la proyección del sindicalismo en la política y en muchos países de la región lideres sindicales llegaron a cargos de representación política.

4.- La defensa de los derechos humanos.

En el momento de la llegada del nuevo liderazgo a la ORIT, en el continente se observaban aberrantes violaciones a los derechos humanos y sindicales.

La dictadura militar estaba terminando en Brasil y se acercaba la realización de la Asamblea Constituyente que redactaría la nueva constitución, al tiempo que decenas de  miles de líderes sociales y sindicales eran exiliados desde Chile por la dictadura de Pinochet, y de Videla en Argentina; las cuales de hecho asesinaron y encarcelaron a miles de líderes .

La ORIT, en coordinación con la CIOSL, organizo múltiples eventos de denuncia y realizó acciones de protección de los líderes sindicales amenazados por las dictaduras.

Pinochet había ordenado el relegamiento de Manuel Bustos y Arturo Martinez a regiones alejadas de la capital y marchamos con Luis, Enzo Friso, Luigi Cal, Manolo Bonmati,  Gerardo Castillo, David Mena, Juan Manuel Sepúlveda y muchos otros líderes sindicales internacionales, para entregar a los compañeros que iban a ser relegados. Los chorros de agua que lanzaban los carros policiales tiraron por el piso a Bill Doherty, del Instituto americano del sindicalismo Libre de la AFLCIO; y al día siguiente la embajada americana protestaba ante el gobierno del dictador.

Se realizaba el Congreso de la ORIT en Washington ( año??) e hicimos una pausa para ir a protestar frente a la Embajada de Colombia, mi país, en donde se asesinaba a mas de 200 sindicalistas como promedio cada año. Luis llevo la palabra frente a la delegación diplomática y siempre realizó todas las acciones, desde entrevistas con altos funcionarios, apoyo a denuncias en medios de comunicación hasta visita a compañeros presos o amenazados, para expresar la solidaridad del sindicalismo internacional.

La violencia ejercida contra los sindicalistas en Guatemala y en Colombia preocuparon siempre a Luis, y como colombiano lo acompañé en decenas de misiones a lo largo de dos décadas para exigir a las autoridades colombianas el respeto de los derechos sindicales. Sobre todo, desplegamos una acción solidaria de protección de los líderes amenazados con programas de reubicación y exilio apoyados en las organizaciones hermanas de Uruguay, Chile, Argentina y España. En esa labor fue memorable la labor realizada por Ana Nitoslawska de Canadá y Luis Meneses de Chile.

La deuda de gratitud de los trabajadores de mi país Colombia con la Orit y con la CIOSL, y con las organizaciones hermanas, es imborrable.

5.- La paz en Centroamérica

Los sandinistas habían logrado derrocar en Nicaragua al dictador Anastasio Somoza Debayle el 19 de Julio de 1979 y habían dado inicio a un novedoso proceso de alfabetización, con un gobierno  que integraba a comandantes guerrilleros, académicos, sacerdotes y lideres sociales.

El gobierno de Ronald Reagan de Estados Unidos procedió entonces a minar el puerto de Corinto afectando severamente el comercio internacional de Nicaragua y pese al fallo en su contra por parte de la Corte Internacional, el gobierno estadounidense se negó a acatarlo.

En cambio implementó una estrategia de desestabilización y ataque militar desde Honduras en donde se establecieron campamentos para entrenar a grupos antisandinistas que se conocieron como “contras”.

Simultáneamente se desarrollaba en El Salvador la lucha liderada por el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) y el costo social y humano de ese conflicto era gravísimo para un país pequeño y pobre.

Por todo lo anterior el presidente de Costa Rica Oscar Arias impulsó el Grupo de Contadora, que buscaba una salida negociada a ese conflicto. Luis comprometió decididamente a la Orit en el apoyo a ese proceso, asistió a todas las convocatorias  y logró que el movimiento sindical centroamericano, del continente y del mundo, apoyara decididamente la salida pacífica a esos conflictos.

La acción para lograr la paz le mereció el Premio Nobel al presidente Arias.

De hecho se firmó la paz en El Salvador y el Frente Farabundo Martí llegó al gobierno.

Duele por todo ello enormemente asistir hoy a la desfiguración autoritaria y nepotista que ha sufrido el proceso sandinista en Nicaragua.

6.-El diálogo con las instituciones multilaterales

En seguimiento de las políticas de interlocución con las instituciones multilaterales, Luis aceptó la realización de diálogos programados con el BID y con el FMI.

Cuando visitamos con Luis la ciudad de Santo Domingo en Republica Dominicana acababan de producirse decenas de muertos en la represión de las protestas contra las políticas de ajuste impuestas por el FMI, en especial el aumento de las tarifas del transporte.

Y en febrero de 1989 se produjo el “caracazo” con decenas de muertes en la represión de las protestas de ciudadanos contra el plan de ajuste impuesto por el FMI al gobierno de Carlos Andrés Pérez en Venezuela. Por ello se consideró válido dialogar con el FMI para tratar de revertir esas políticas depredadoras en lo social.

Inicialmente se trató de diálogos entre los lideres sindicales del continente con técnicos del BID, lo cual dependía en alto grado de la concepción que inspiraba al presidente de dicha institución el uruguayo Enrique Iglesias y su segundo al mando, el exministro brasileño Pablo Paiva.

Resultaba claro que el BID tenía una gran influencia en proyectos de desarrollo que en efecto tenían como condiciones la flexibilización de las condiciones laborales; pero como estábamos convencidos que era el FMI la entidad que en efecto imponía las condiciones a los países, buscamos la interlocución con dicha entidad, lo mismo que con el Banco Mundial. En verdad sin muchos resultados…

Los largos diálogos en Washington eran un mecanismo mas o menos estéril pues si se observa el contenido de las políticas impuesta por dichas entidades pese a haber transcurrido más de tres décadas después de dichos diálogos, sus políticas no muestran ningún cambio significativo.

Si se analiza el informe Doing Business que el FMI publica periódicamente vamos a encontrar que la flexibilización laboral es exigida como condición para asegurar las inversiones o acceder a créditos. Y tal como acaba de anunciarlo el recién Laureado premio Nobel Paul Romer, el BM manipuló la calificación de Chile para mostrar que bajo la administración de Sebastián Piñera, el país se había desempeñado mejor que durante el periodo  de la socialista Michelle Bachellet.

Ello facilitó la reelección del empresario y aunque el BM se disculpó, ya el efecto perverso estaba producido. Ello determinó el retiro del Nobel de economía de dicha entidad.

Una escena memorable de esos diálogos ocurrió en 2001 cuando fuimos a Washington convocados por Luis para asistir a un dialogo con el BM y con el BID.

Asistíamos con Luis Anderson, Apecides Alvis, Víctor Baez, Diego Olivares , Hilda Sánchez entre otros.

Al llegar encontramos con sorpresa que estaba programada la intervención del señor John Williamson, diseñador del Consenso de Washington..

Yo había estudiado sus trabajos como parte de mis estudios de doctorado en Paris, donde fui visitado por Luis, Gerardo, Rodolfo Molina, Eduardo; quienes querían percatarse de que además de ver futbol, yo si estaba estudiando juicioso.

Al inicio del diálogo con el BID Luis preguntó que si alguno de nosotros conocía la obra del señor Williamson. Hilda Sánchez y yo contestamos que sí y nos preparamos para un intenso debate en el auditorio del BM.

Cuando el señor Williamson terminó de exponer, yo le mostré con gráficas contundentes (Luis los llamaba muñequitos) la evidencia demoledora del desastre social que estaban causando dichas políticas. Anuncié, y lamento haber acertado, que a los pocos meses Argentina se colapsaría causando la caída del gobierno de De la Rua, llevando al país a la moratoria de su deuda externa y a una severísima crisis social.

Al terminar mi exposición, Luis se acercó para abrazarme y me dijo:

-“ Mi hermano, hoy me siento mas orgulloso de ti que nunca”.

Llegó entonces la anunciada crisis en argentina y fuimos con Luis, Gerardo, Rodolfo, Hilda Sánchez y Alvaro Orsatti a brindar solidaridad en un acto celebrado en Campo Norte la obra social del Sindicato de Comercio.

7.- La identidad personal de un líder.

Otros compañeros han escrito sobre la personalidad de Luis, y yo solo quisiera agregar algunos rasgos que me constan por el trato que tuvimos por tan largo tiempo.

Por el hecho de ser tan alto, Luis se destacaba de inmediato en cualquier grupo, pero además por su condición de afro (“Jamaiquino”, decía él, “a mucho honor”).

*Estábamos llegando al palacio  Presidencial de Miraflores en Caracas, Luis encabezaba la lista de visitantes, y el portero lo detuvo y le dijo:

-“ Los escoltas no entran”.

Y Jorge Carrillo, presidente de la CUT de Colombia se adelantó y dijo:

-“no señor, él es el jefe, y si el no entra, no entramos nosotros”.

* Ocurrió en múltiples ocasiones que al terminar de comer en un restaurante, usualmente invitados por Luis, el mesero le pasaba la cuenta a Gerardo, no porque tuviera cara de jefe sino porque era blanco. A  nosotros nos causaba risa, pero a Luis se le notaba un rictus de amargura.

* Acompañé a Luis a Washington la semana siguiente de los atentados contra las torres gemelas y como el viajaba en ejecutiva por su abundante millaje, me invitó a que lo acompañara en esa clase. La azafata se acercó a él para decirle:

-“Señor, déjeme ver su pasabordo, está seguro que esta es su silla?.

Y Luis molesto le mostró su tarjeta de la máxima categoría.

*La última conversación que tuve con Luis fue a su regreso de Haití, un país que le dolía profundamente. Al hablar de este país, Luis declaraba que la miseria de Haití, era la cuenta de cobro contra un país que tuvo la osadía de establecer la primera democracia negra del mundo. Y que las sonrisas de los niños que habían salido a recibirlo eran su mejor recuerdo de ese país. Por eso colocamos su foto con esos niñas en la carátula del libro con sus memorias.

He hecho esta narración para compartir con los amigos y dejar testimonio a los lectores las ideas que inspiraban y los valores que motivaban la vida de Luis Anderson.

8.-Presencia en el sindicalismo internacional

La voz de los líderes de la ORIT no era reconocida en el pasado en el escenario internacional porque en la practica los líderes del sindicalismo estadounidense eran quienes se expresaban con un sentido “panamericano” y asumían la vocería de todo el continente.

Por ello la llegada de Luis Anderson y su disposición de opinar sobre los diversos temas que se sometían a consideración resultó novedosa; y llamó la atención el hecho de que sus posiciones no siempre coincidían, o mejor casi nunca, con las de los lideres de la ALFL-CIO quienes habían apoyado su designación con la creencia de que tendrían en él a un funcionario dócil como ocurría en el pasado.

La agenda de mitad de los años ochenta era bien compleja pues no cabe duda de que el escenario de la postguerra se estaba resquebrajando: La lucha contra el apartheid en Suráfrica, la defensa delos derechos de lo Palestinos, las protestas del sindicalismo democrático en Polonia contra el régimen comunista, el comienzo de la lucha por la igualdad de género, la eliminación del trabajo infantil, la defensa del medio ambiente y el reconocimiento de los derechos de las minorías étnicas.

Como se puede ver era todo un rediseño del escenario mundial y Luis Anderson se sentía muy cómodo opinando sobre esos temas, desde su perspectiva de dirigente del una región en desarrollo y en su condición de afrodescendiente.

Cuenta Luigi Cal, delegado de la CISL  de Italia en el Comité ejecutivo de la CIOSL, que las posiciones que comenzó a tomar Luis Anderson fueron  proyectando una imagen renovada de la ORIT, y le merecieron el respeto de los lideres sindicales  mundiales . Ello cimentó la amistad con la CISL, con la UGT de España, con la DGB de Alemania y con los amigos de Holanda y países nórdicos.

Las organizaciones de esos países apoyaron decididamente los programas de renovación que Anderson lideraba en la ORIT; y no cabe duda que ello permitió redimensionar su pensamiento y su acción.

En aras de fortalecer el sindicalismo a nivel internacional y poder responder con eficacia a la acción de las empresas multinacionales, Luis propició encuentros periódicos con las Federaciones sindicales internacionales (UITA, FIP, FITCM, IPCTT, IE,) conocidas luego como Global Unions (UNI, IndustriALL etc).

Era una experiencia novedosa y difícil pues cada una de dichas organizaciones tiene autonomía para decidir sus políticas y tiene afiliados directos en cada país, de modo que no están subordinadas a ninguna confederación internacional o regional. Esta característica, comprensible en función de la autonomía sindical, llevó con frecuencia a diferencias de criterio sobre la mejor forma de operar en un determinado país. Pero pese al esfuerzo logístico que implicaba hacer coincidir las agendas y a esas diferencias de criterio, se avanzó en ese necesario proceso de coordinación; y personas como Rodolfo Benítez, Katya Gil , Comberty Rodriguez, Enildo y Gerardo Iglesias, y Pablo Arosemena, cumplieron una función decisiva en ese proceso de coordinación.

Sin embargo cuando Luis decidió postularse al cargo de Secretario General de la CIOSL, se encontró que pese a hablar dos idiomas y tener una larga trayectoria internacional, las organizaciones mas grandes decidieron aplazar irregularmente la fecha de inscripción de candidaturas para permitir que un dirigente de un país desarrollado, que solo hablaba inglés y no tenia experiencia internacional, llegara al máximo cargo.

Luis nunca olvidó esa situación pues la vivió como un desconocimiento de los méritos de los dirigentes de los países pobres, y su dolor fue mayor cuando se encontró con que voceros de organizaciones de África ( a quienes consideraba sus hermanos de raza) votaron a favor del candidato de un país desarrollado porque les ofrecieron cooperación económica.

9.-El fin de una vida de compromiso

Los acontecimientos que le tocó vivir a Luis Anderson en los meses previos a su muerte constituyeron una prueba de fuego para su capacidad de convertir sus creencias en acciones concretas.

El 11 de abril de 2002 cuando se produjo el absurdo golpe de estado en contra del entonces presidente Hugo Rafael Chávez Frias, Luis me llamó por teléfono en la madrugada desde Venezuela a Colombia, para comentarme la situación que se vivía y me dijo que de ninguna forma apoyaría un gobierno golpista, incluso si el golpe llegaba después de un largo tiempo de paro en la empresa petrolera.

Pero el gobierno de Chávez convocó un referendo sindical ilegítimo obligando a los trabajadores a votar, en violación de los convenios 97 y 98 de la OIT, que establecen la autonomía de los sindicatos de para gestionar sus asuntos, lo cual mereció una descalificación de parte de la OIT.

Luis cerraba así su ciclo vital, dando Fe, en las condiciones más duras que le tocó vivir, dando fe de los valores que lo inspiraron al llegar al más alto cargo de dirección del sindicalismo del continente.

Beethoven Herrera. Colombia. Octubre 2018.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here