Luis Anderson, líder y secretario general de la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (ORIT), asumió con gran responsabilidad la reparación de la imagen de la organización deteriorada por su involucramiento en los vaivenes de las diferencias políticas antagónicas de la guerra fría. En esos años, ORIT había adoptado decisiones cuestionables en favor de regímenes antidemocráticos de la región, lo que la perfilaba como una organización muy comprometida con posiciones intervencionistas y de gobiernos ultraconservadores.
A Anderson le correspondió dar cauce a la lucha de la ORIT por el sendero de la democracia y los verdaderos derechos humanos de los/as trabajadores/as.
Eran los años de la perestroika y la glasnost, del despertar del neoliberalismo, y la llamada década perdida con el Consenso de Washington para el achicamiento del poder del Estado y la privatización de los servicios públicos, el shock de los ajustes fondomonetaristas y el surgimiento de su “comodín”, el diálogo social. En este escenario, Luis Anderson jugo un papel preponderante por el mejor posicionamiento de los derechos de los trabajadores y trabajadoras de Las Américas con su lema “Democracia con pan, paz y libertad”.
Se necesitaba que la ORIT fuese democrática e inclusiva, más diversa de pensamiento político, de ahí su empeño en la afiliación de organizaciones que hasta el momento se habían mantenido alejadas.
Recuerdo que cuando visitaba a República Dominicana, como forma de expresar la apertura política de la ORIT en su gestión decía: “la ORIT tiene en su seno organizaciones tradicionalmente amigas como CNTD y las izquierdistas como la CUT/Brasil y la CTU de República Dominicana””.
Otro campo de trabajo de Anderson fue la promoción de la participación de las mujeres trabajadoras a través del Comité de la Mujer Trabajadora (COMUT, hoy CMTA, en la CSA), así como también de la juventud trabajadora.
También manifestaba preocupación por el crecimiento imparable de la informalidad en situación de exclusión.
En mi incipiente carrera sindical como presidenta de la CTU, en 1997 tuve con Luis Anderson una experiencia que me sirvió de lección: cuando me correspondió acompañarle al Congreso de la AFL-CIO. Se debatía si el legislativo debía dejar al presidente Clinton aplicar la vía rápida para la renovación de los acuerdos multifibra con Centroamérica y República Dominicana, o si el legislativo decidiría la suerte de dicho acuerdo, situación a lo que los trabajadores norteamericanos estaban opuestos por lo que ponían presión política en el país.
Cuando en el desarrollo del congreso, aparecieron pancartas diciendo “No al fast track”, Anderson nos dijo a los invitados: “esto es una vaina, porque yo estoy de acuerdo con la continuidad de los acuerdos, ya que si no, el empleo en las zonas francas entra en crisis en nuestra región… lo que tenemos que hacer es luchar junto con los norteamericanos para que el empleo sea digno y con derechos en esas empresas, no que se les cierre la oportunidades de invertir en nuestros países”.
La muerte le sorprendió echando su última batalla de la época, contra el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas y El Caribe, (ALCA), al cual la nueva ORIT/CSA, dio el golpe final en Mar de Plata, Argentina en el año 2005.
Eulogia Familia, Santo Domingo, Octubre 2018