Fueron 16 los años, entre 1987 y 2003, que compartimos con Luis, sumando cuatro como asesores formales en la oficina de México, tres anteriores y nueve posteriores, como parte de “la armata ORIT”, de manera flexible.

Aquí queremos recordar solo[1] hechos referidos a nuestra especialidad como economistas, que fue la razón por la que entramos a la organización.  El origen de todo fue Gerardo Castillo, a quien visitamos en septiembre de 1985, poco tiempo después del terremoto, en una Tabacalera recién golpeada.  Pero hay otros dos camaradas de trabajo de los que tenemos un recuerdo de una fuerza similar: Miguel Frohlich, el director/militante   del departamento de proyectos socioeconómicos, y Julio Godio, prototipo del intelectual orgánico del sindicalismo, con quien nos reunía la elaboración de los documentos congresales de esos años[2]

Pues bien: esta nota describe, de manera densa, pero no podría ser de otra forma, la acumulación programática realizada por ORIT en esos años, expresada sobre todo en los Congresos[3].  Luis era voraz en su actitud de agregar nuevos   frentes permanentemente, a veces a partir de nuestras propias sugerencias.  En estos casos no había una aceptación inmediata de su parte, había que “convencerlo”, pero ello sucedía (o no) en el marco de una absoluta disposición de partida.   Estamos hablando del proceso de incorporación en el tiempo de nuevos temas, enriqueciendo una plataforma tradicional concentrada en la reivindicación de las condiciones de trabajo de los asalariados sindicalizados o vinculados.

De este recorrido, encontramos un desarrollo simultáneo de dos grandes ejes, uno interno (lo actualmente conocido como “autorreforma sindical”) y otro externo, con relación al modelo de desarrollo y el proceso de globalización e integración económica.  Ambos, a su vez, eran expresiones complementarias del “sindicalismo sociopolítico”, ya que el primer eje era visto como “fundamento sociolaboral” de éste.

El eje interno

La formulación aparece en el C1989, al plantearse la “extensión del ámbito de implantación de la organización sindical, y modernización de sus estructuras”. Ello era complementado en el C93 con “estrategias diferenciadas para colectivos heterogéneos”. Y, finalmente, en el C97 era parte de la gran sección “democracia sindical”, que   llamaba a “cambios internos para renovarla y fortalecerla”, en áreas como las estructuras funcionales, la transparencia de financiamiento y, en general, la corrección de “vicios” y “mitos”[4]

Este enfoque ya planteaba acciones en tres niveles: las alianzas, la representación y la afiliación.

Estos tres planteos son entonces el germen de lo que, en el C2005 se denominó “autorreforma sindical”, luego trasladado al acuerdo estratégico básico del Congreso fundacional de la CSA.

Desde el punto de vista de los colectivos laborales involucrados:

– la primera atención estuvo puesta en el “empleo informal”[5] , visualizado como “sector” del trabajo cuentapropista de subsistencia. El origen de esta línea fue el  área de proyectos socioeconómicos), luego de hacer   una consulta estructurada  a los afiliados, lo que fue seguido por la elaboración  de un primer perfil de estrategia[6] Este fue el escenario de una resolución específica adoptada en  el C1989, seguido  de un proyectos de cooperación sindical internacional (desde España y Holanda) (1991-3)[7] que llevaron  a un desarrollo más amplio mediante una resolución del C1993 que planteaba una “estrategia de acción múltiple”, punto de partida para su instalación definitiva en el sindicalismo latinoamericano, que persiste hoy en CSA[8].

– otros colectivos definidos desde distintas dimensiones. Por ejemplo, el C1993 mencionaba a trabajadores de las pymes, trabajadores del campo, jubilados y pensionados, y el C1997 a los asalariados en formas atípicas[9]  (incluyendo los subcontratados) y en zonas francas

-en paralelo, ORIT registraba la experiencia sindical en el “sector social de la economía” (el antecedente del concepto de “economía social y solidaria”, de gran vigencia actualmente)” nuevamente desde el área de proyectos socioeconómicos, con dos experiencias sindicales concretas por entonces vigentes (en la Histradrut israelí, y en la CTM mexicana) [10]. Este tema fue también incorporado en el C1989, incluyendo su vinculación al tema de la informalidad, en el sentido de postularlo como una manera superadora de la autoproducción individual.  El proyecto ya mencionado de ISCOD tenía la particularidad de incorporar desde su denominación, el doble eje informal-sector social, para promover la utilización del segundo como vía de formalización y mejora en las condiciones productivas. Otros dos proyectos más puntuales fortalecieron esta línea: uno de FNV centrado en recopilación de experiencias sindicales en la región, y otro de la UIL italiana, centrado en un tema recurrente: la relación entre el movimiento cooperativo y el sindicalismo[11].

-alianza con los “nuevos movimientos sociales”.  El C89 incorpora este tema, que tiene una amplia formulación en T-A, donde Luis menciona a las organizaciones de la sociedad civil, en los campos de juventud, mujeres, ecologismo, salud, educación, vivienda, pueblos originarios.  Posteriormente, Anderson también incorpora un concepto que venía de AFL-CIO norteamericana: “el sindicalismo comunitario”, en simultáneo con una campaña de difusión de esa perspectiva por la central en el contexto de la discusión sobre el nuevo instrumento de OIT sobre informalidad (la resolución “Trabajo decente y economía informal”, en 2002).

Finalmente, comentario sobre aspectos heterodoxos de la práctica de ORIT en este campo:  las actividades educativas sobre informalidad partían de un intercambio directo con los participantes, lo que luego rápidamente   pasaba a formar parte de “la estrategia”[12]. Asimismo, el mayor programa formativo de ORIT en los primeros años (por cooperación de la CISL italiana y vinculación con OIT) (con protagonismos de Luigi Cal y Giuseppe Querenghi) tenía objetivos muy amplios, que llegaban directamente al apoyo a las centrales participantes, como escenario de un nuevo ciclo[13]

 

El eje externo

A fines de los ochenta, el escenario general para los sindicatos y el trabajo de la ORIT era la crisis económica de los países latinoamericanos, con foco en el sobreendeudamiento de la década anterior, derivando en la “crisis de la deuda”, y los programas de ajuste estructural promovidos desde las instituciones financieras internacionales, en años de la revolución conservadora en el primer mundo.  Estos temas ya habían sido instalados por ORIT, a los pocos meses de la llegada de Luis, con la Conferencia “Nuevos enfoques de la crisis” (Cuernavaca, 1984), seguido por la Conferencia “Deuda Externa y Desarrollo” (Buenos Aires, 1986), para luego aparecer en el documento del C89, el mismo año en que se formaliza el concepto de “Consenso de Washington”, y derivan en primeras reflexiones sobre modelos alternativos en lo económico y social. El concepto de “desarrollo” (frente al de “crecimiento”) aparece más perfilado en el C1993, desde el propio título del documento de base.

No es este el momento de profundizar en los componentes de esa exploración de un modelo, una palabra pretenciosa si se está hablando de una región latinoamericano-caribeña con múltiples heterogeneidades. En este punto es bueno recordar a Luis extremadamente atento a este aspecto, con la cabeza puesta (lo que a veces ha sido negado, en la retrospectiva) en los países pequeños, llevándolo a entender el papel crucial que puede tener, en un pequeño país centroamericano o caribeño, el turismo y aún las zonas francas, desaconsejando cualquier búsqueda de una receta continental.  Este enfoque estuvo presente de manera explícita en el documento del C1997.

También hay que recordar otra veta notable de Anderson, que está olvidada: la reflexión sobre la “tercera revolución industrial” y las consecuencias del cambio tecnológico en la economía y el empleo, lo que dio lugar a un enorme antecedente de la actual discusión sobre el futuro del trabajo hace treinta años (la Conferencia de Río, 1988)[14]

En otro plano, el de la política social, como componente indisociable del económico, Luis avaló dos desarrollos claves: sobre la seguridad social, en épocas en que tanto CEPAL (Comisión Económica para A. Latina) como la OIT regional aprovechaban la sapiencia del gran especialista cubano Carmelo Mesa Lago, que planteaba los primeros análisis rigurosos confrontativos entre los sistemas de reparto y capitalización, en favor del primero.   ORIT hizo uso de estos elementos    al momento de la   Conferencia de OIT sobre seguridad social (México, 1992); y el salario mínimo, a partir de que el C2001 innovó aprobando una resolución sobre este tema, y desarrollando una campaña, en cabeza del por entonces secretario de política económica Víctor Báez Mosqueira). En ese antecedente, ya aparecía un eje de gran actualidad, con relación al futuro del trabajo: la incorporación de un “ingreso garantizado”.

Dejamos para el final, el subtema, complejo por definición (que requiere un tratamiento al borde de lo “políticamente incorrecto”): la integración económica. En este plano se cruza el dificultoso tratamiento de la relación “norte” /” sur” a lo interno de las Américas[15].

Los antecedentes de ORIT en este campo venían de los años sesenta, cuando acompañó la Alianza para el Progreso[16], así como, posteriormente, sobre el Pacto Andino.  Veinte años después, el período de Luis coincidió con la explosión del tema integrativo (Ronda Uruguay del GATT, la Iniciativa para las Américas de Bush senior, la integración en América del Norte, la creación del Mercosur, la reformulación de la integración andina y centroamericana),

El C1989 solo se refería a la contemporánea  discusión del tratado  bilateral  EUA-Canadá), pero al poco tiempo (Ejecutivos de 1990 y 1991) el tema ya era central en la agenda, derivando en la Conferencia “Integración, desarrollo y democracia”  (San José, noviembre  1991), donde por primera vez se le da un tratamiento integral[17]  Allí, con una CIOSL participando de la actividad con cierta preocupación,  se ubicó la matriz argumental que sería el eje de la posición sindical en los siguientes veinticinco  años: la oposición entre “ tratados de  libre comercio” e “integración” (esta última en el sentido de acuerdos más ambiciosos, con el modelo europeo a la vista) para derivar en un enfrentamiento a cualquier  tratado  firmado por países muy   distanciados en su desarrollo productivo, a condición de incluir una sección  sobre la dimensión laboral, que desalentara el uso del “dumping social”  (e, indirectamente, protección  de deslocalizaciones productivas para los trabajadores del país aventajado).   El escenario de la época para esta discusión era la negociación del anexo laboral en el TLCAN, ya con México, y el intento de crear una “cláusula social” en la OMC (tema instalado desde fines de los años setenta, que venía discutiéndose, con apoyo de la CIOSL desde 1986 en el contexto de la Ronda Uruguay).

Un disparador importante en para el desarrollo de la estrategia sindical en este campo fue, en 1994-95, la convocatoria del gobierno norteamericano al ALCA, Alianza de Libre Comercio de las Américas, y al relanzamiento del COSATE (Coordinadora Sindical de Asesoramiento Técnico), en el marco del SIP (Sistema Interamericano de Trabajo), luego de interregno reaganiano, y creó el GITH, Grupo de Trabajo sobre Integración Hemisférica[18].

En los siguientes años, cada Congreso de ORIT incluía una resolución sobre el tema, con un grado creciente de elaboración, para incluir, además de la cláusula social, una condición en términos de desarrollo productivo, cuyo tránsito se observa entre el C1993 y el C1997[19]

Otro elemento presente en este ciclo fue el desarrollo de relaciones con organismos regionales. El caso más destacado fue el BID, Banco Interamericano de Desarrollo, en actividades (como una de finales de 1992, en Washington) con fuerte presencia de la ORIT, y diez años después, un intento de programa de intercambio, que parecía encaminarse a un episodio destacado, pero termino con resultados modestos, por irresoluciones de los funcionarios del Banco protagonistas del programa.  También Luis fue pionero en comenzar relaciones con la CEPAL, que lo invito a exponer en algunas reuniones, e incluso con el INTAL, Instituto para la Integración de A. Latina (con una primera idea de actividades conjuntas acordadas en una visita a su sede en Buenos Aires en 2003, pocos meses antes de su muerte)[20].

El fin de ciclo de Luis en este tema quedará identificado con el acompañamiento de ORIT y sus afiliados a la campaña del lulismo, chavismo y kirchnerismo contra la aprobación del ALCA, antes de la reunión de Mar del Plata en 2005[21]  Al respecto, tiene cierta carga simbólica que Luis falleciera cuando estaba a punto de viajar a la Cumbre de Miami, donde esa oposición quedaría plenamente reflejada, siendo el comienzo del fin para este proyecto[22].

Finalmente, no habría que escaparle a una caracterización del pensamiento profundo de Anderson respecto de la integración.  Sus intervenciones en T-A, y anécdotas introducidas en los testimonios del español Antonio Gutiérrez, de la dominicana Eulogia Familia, lo muestran como alguien con un pensamiento dialéctico y algunas matizaciones conceptuales respecto de un discurso que posteriormente se hizo más rígido. Pero no lo haremos aquí[23].

Cerramos este recuerdo del recorrido de Luis en la elaboración de la agenda bifronte analizada hasta aquí.  Lo desarrollado en esos años es el basamento de futuros avances, alcanzados durante los cinco años de transición a la nueva CSA y los diez años posteriores, que involucra a otros protagonistas.

Alvaro Orsatti e Hilda Sánchez, Ginebra, octubre 2018


[1] En el plano emocional   habría que contabilizar muchos episodios que identifican la calidad de la relación con Luis, llena de rasgos  “horizontales”,  incluyendo  desde comidas after hours hasta los inolvidables “viernes de domino” en Vallarta 8, que se terminaban cuando el guardia de seguridad nos pedía salir del edificio, problema que resolvíamos yéndonos a la cantina de la vuelta. También hay que contabilizar los enojos, que comenzaban  con su “no me jodas”, que nunca duraban más de unas horas.

[2] El recuerdo de Godio, a siete años de su fallecimiento, está centrado  en otras dimensiones de su vida político-intelectual,  conociéndose mucho menos su trabajo  en el campo sindical latinoamericano, en especial  su participación en varios documentos programáticos de ORIT, incluso antes de la llegada de Luis  (X Congreso, Toronto 1981), con un momento clave en el  ciclo 1989-1993 (XII y XIII Congreso), que incluye un documento especial de fines de 1990, para una conferencia regional en Panamá, el que actualizaba el suceso de la época: la crisis rusa. En los años siguientes, Luis le organizaría un homenaje especial durante el C2001.  Godio reaparecería en el XVI (Brasilia, 2005), por pedido del nuevo secretario general, Víctor Báez Mosqueira (previamente. Para el documento de base de ese Congreso, Julio intentó aportar un nuevo concepto de alto vuelo, “sociedad de trabajo”, el que no fue mayormente receptado entre comentaristas importantes, derivando en una presencia episódica y en una falta de desarrollo posterior.

[3] Estos fueron  XII (Caracas, 1989), XIII (Toronto, 1993), Si (Santo Domingo, 1997), XV (Washington, 2001), y también XVI (Brasilia, 2005).Se ha querido hacer también un punteo permanente con expresiones de Luis  en el notable intercambio con Bruno Trentin (“Norte-Sur:  trabajo, derecho y sindicato en el mundo”, 1996; hay ediciones  en español de Nueva Sociedad y de  Comisiones Obreras) (en adelante  T-A) (copia en la web de la Fundación Anderson), en que Luis se explaya de forma coloquial sobre muchos puntos de la estrategia de ORIT.  Pero además  este libro ilustra de una manera sutil  sobre la influencia del enfoque sindical europeo en el pensamiento de Luis, que puede considerarse  el foco del cambio en la ORIT en esos años.  Ello incluye contextualizar los aportes de Godio:  además de su participación en el más general de “democracia social” (C1991) el de sindicalismo sociopolítico tiene una clara vinculación con el de “sindicato de los derechos”, que el eje argumental de Trentin.  Lo mismo puede decirse de  “autorreforma sindical”, respecto del cual Julio era pícaro, al no reconocer el origen, aunque   el sindicalista catalán José Luis López Bulla (de CGIL) (traductor al español de “La cittá del lavoro” afirma  que este concepto figuraba frecuentemente en sus escritos.  De hecho, en T-A, el primero menciona ·”la reforma del sindicato aplicado por sí mismo”. Al mismo tiempo, Julio mencionaba vagamente que había “elementos cristianos” en esa expresión, lo que trae a colación un comentario de un libro sobre formación sindical (1986) en que elogiaba los aportes de la CLAT, que puede verse como un factor de “latinoamericanzación” de la perspectiva.  Otro comentario que corresponde hacer respecto de la genealogía de los términos, referido a sindicalismo sociopolítico, provino del propio Godio, al atribuirlo a Gerardo Castillo (como forma mejorada de “sindicalismo societal”)

[4] El C2001 incluyó también un primer llamado a una estrategia que sería, en años sucesivos una “piedra de toque” en la discusión sobre autorreforma sindical: la “afiliación individual” o “directa”, a las centrales y confederaciones nacionales.

[5]  Este concepto acababa de instalarse  en el instrumental tripartito de OIT  (Recomendación 169 complementaria al Convenio 122 sobre Política de Empleo, 1984). Con ello se reconocía los desarrollos previos del concepto desde diez años antes en las estructuras de la OIT en A. Latina.

[6] Ese departamento había promovido, un año antes, la “Declaración de Antigua” sobre  la autoproducción de los trabajadores, sin hacer todavía uso del concepto.  Por su parte, CIOSL ya mencionaba el tema en su Congreso de 1988, pero al año siguiente, en un hecho sin antecedentes,  pidió a ORIT un documento sintético de la encuesta y su desarrollo, que publicó desde Bruselas.

[7] El proyecto español fue el primero en A. Latina del recién creado ISCOD, Instituto Sindical para la Cooperación y Desarrollo, de UGT, que dirigía Maite Núñez. El segundo fue promovido por la FNV.  En paralelo, se exploró un acuerdo integral sobre el tema con la Oficina de OIT en A. Latina, el cual no alcanzó a concretarse por razones circunstanciales.

[8] Este ciclo está contado en detalle en un artículo depositado en la web de la Fundación Luis Anderson (“CIOSL-ORIT: la construcción de un enfoque educativo integral hacia el trabajo informal en A. Latina y Caribe”, por Gerardo castillo, Miguel Frohlich y Álvaro Orsatti, 2005.  En rigor, la CLAT, Confederación Latinoamericana de Trabajadores tenía  un desarrollo paralelo conducente a una perspectiva  similar, lo que favoreció  la adopción de nuevas resoluciones en CSA.

[9] Sobre el empleo  atípico, ORIT no alcanzó mayor desarrollo, como continuidad a su reconocimiento, aunque T-A  tiene un intercambio de gran riqueza sobre este tema, a instancias de Trentin, que reflejaba la emergencia del fenómeno en Europa. Un dato olvidado es que  Anderson  avanzó hacia la caracterización y acción sindical ante el  empleo  precario atípico (incluyendo el no informal) en una ponencia durante un evento regional de  ISCOS/CISL (Buenos Aires, 1991)

[10] En rigor, la política de ORIT en este tema se referenciaba en el  Departamento de Proyectos Socioeconómicos creado recientemente en la CIOSL, a cargo del sindicalismo holandés.

[11] Una reunión del sindicalismo y las cámaras cooperativas centroamericanas (San José 1991), llegó incluso a un plan de acción conjunto, el que no tuvo continuidad  por el abandono del sector cooperativo.

[12] Es inolvidable la intervención de un dirigente peruano cuando, en 1990 intervino con el diccionario de la RAE, para mostrar las contradicciones de denominar “informales” a los trabajadores, por la carga peyorativa que tiene esa palabra, y otro participante argumentó que era mejor “pre-formal”. Obviamente, ello fue rápidamente recogido por los instructores, moderando la inevitabilidad  de seguir utilizando ese término por su generalización,  para hablar de “trabajadores en informalidad”.  Más adelante, esta disyuntiva fue resuelta colocando el foco en el “trabajo autónomo”, cuya mayor parte, en A. Latina-Caribe, corresponden a esta situación.

[13] Habría todavía que incluir otra perspectiva que, también desde el capítulo educativo, exploró nuevas metas, en dirección a la construcción de líderes: el Equipo Técnico Metodológico (ETM), que tuvo poca duración y fue objeto de polémicas

[14]El documento de base y conclusiones está publicado como “Crisis económica y revolución tecnológica. Hacia nuevas estrategias de las organizaciones sindicales” (Nueva  Sociedad, 1990) (en el sitio web de la Fundación Luis Anderson).  El tema es  recordado por dos intelectuales orgánicos del sindicalismo de esos años (el holandés/mejicano Leonard Mertens, quien dirigía un proyecto sobre el tema con sede en la CTM mexicana, y el argentino  Pedro Daniel Weinberg, en sus semblanzas sobre Luis. Algunos años después, este tema fue muy destacado  en el diálogo entre en T-A, a instancias de Trentin,  para el cual ese  era el principal desafío sindical del futuro.

[15]Un enfoque explícito “desde dentro” de A. Del Norte fue practicado, en el documento para el C1989, por pedido de Luis, que llevó a la incorporación de una sección redactada por la CLC de Canadá sobre la integración con EUA. También, ha sido de difícil solución una posición explicita sobre México en el TLCAN, por el apoyo relativo que CTM dio a ese emprendimiento. En este plano de las desigualdades entre países, otro caso subregional que ha quedado subtratado es el de las diferencias a lo interno del Cono Sur, planteado por Uruguay y Paraguay.

[16] Dos días después de la firma de la Carta de Punta del Este (agosto 1961), ORIT realizó su primera conferencia económica interamericana (en Sao Paolo), a la que consideraba “la primera adhesión colectiva popular” a este emprendimiento. La segunda fue organizada en México en 1967.

[17] En paralelo, en 1990, ORIT había aceptado una propuesta de la Comisión Económica Europea  para tratar  la integración centroamericana, que se desarrolló desde la oficina subregional de ORIT en San José, bajo la dirección de David Mena. Como resultado, se desarrolló la investigación “Integración y estrategias de desarrollo en Centroamérica y Panamá”, por Hilda ¨Sánchez (publicado en 1991)  f

[18]Sobre este período, cf.  1. “GITH: historia y actualidad, 1996.2007”, por Hilda Sánchez y Álvaro Orsatti, presentado en el primer Congreso de CSA, 2008), con prólogo del titular del área Rafael Freire Neto, y apoyo de la CLC Canadá, desde su representante en ORIT Sheila Katz; 2. “COSATE. Origen histórico y desarrollo”, por Álvaro Orsatti (2003, no publicado, también apoyado por CLC)

[19] Un elemento también incorporado por la Conferencia  en favor de esta posición era la reciente firma en Europa  de la Carta de Derechos Sociales de los Trabajadores. En los años siguientes, hubo una segunda gran conferencia (“Cláusulas sociales en las Américas: perspectivas desde A. Latina”, Caracas, julio 1995)

[20] Otro episodio importante del último Luis  en este tema  fue la Conferencia “Deuda externa y desarrollo. Veinte años después” (Buenos Aires, 2002), a instancias de la CGT argentina,  en plena crisis de hiperinflación.   Sobre Anderson y ese país, cf.  “Anderson y el sindicalismo argentino”, por Álvaro Orsatti (publicado en el libro homenaje de la Fundación en 2005)

[21] Hay que recordar   que tanto México como la mayor parte de los otros gobiernos acompañaban la firma del ALCA.

[22] Todavía en agosto de 2003, Anderson organizó la reunión “Escenarios ante el ALCA”, en Buenos Aires para discutir con dirigentes (Diego Olivares) e intelectuales orgánicos (Silva Portella).

[23]  El registro del pensamiento integral de Luis debe incluir una infidencia:  estaba enojadísimo con el final del  intento de establecer la cláusula social en la nueva OMC (Singapur, 1996), expresado en una mera mención a lo que luego sería la Declaración de OIT sobre Principios y Derechos Fundamentales en el Trabajo.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here