Para mí es un honor y un privilegio tener la oportunidad de formar parte del grupo de compañeros que hoy nos unimos, junto a sus familiares, para honrar la extraordinaria vida y trayectoria de Luís Anderson.
Recuerdo que la primera referencia que tuve de Luis, mucho antes de conocernos personalmente y este relato forma parte de la memoria institucional de la CTV, fue a comienzos de los años 80, cuando recibíamos un informe internacional en la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), presentado por su entonces Presidente, Juan José Delpino.
En ese momento, Delpino nos comunicó, palabras más, palabras menos, que la CTV debería apoyar para la Secretaria General de la ORIT, a un “combativo y capaz líder sindical panameño”, que sin duda pondría muy en alto las luchas de los trabajadores del Continente. Afirmaba que la CTV tenía la obligación de buscar el mejor líder para la ORIT aun cuando existían muchos aspirantes, incluso venezolanos.
Nos habló sobre su liderazgo al frente de los trabajadores panameños y de su desempeño como Ministro del Trabajo de su país. Nos decía que contaba con el apoyo no sólo de las organizaciones sindicales de Panamá y otras centrales latinoamericanas sino también de la AFL-CIO de la cual había sido miembro relevante y además contaba con el aval de dos grandes amigos de la CTV, Bill Doherthy y Enzo Friso.
Ese mejor líder era Luis Anderson y la historia le dio la razón a Delpino porque bajo su liderazgo se fortaleció y se proyectó la ORIT y se sentaron las bases para la unificación del sindicalismo regional.
Luis Anderson impulsó el desarrollo del sindicalismo democrático de la Región y no escatimó esfuerzos para con tenacidad, coraje personal y político, luchar contra las dictaduras de todos los signos en Las Américas, en defensa de los mejores intereses de los trabajadores.
En una etapa de profundos cambios políticos, Luis enfrentó muchos retos los cuales superó de manera brillante y además, supo representar ante las más altas élites políticas y económicas del mundo, de manera digna y eficaz, al sindicalismo interamericano.
Era vehemente y perseverante en sus posiciones pero a la vez, toleraba y sabía mediar en posiciones divergentes. Por más firme que fuera en sus puntos de vista, nunca violentaba los lazos de amistad y compañerismo. Muchos diferían con él, sin embargo, en el sindicalismo mundial, sólo tuvo amigos.
Pude personalmente comprobar su férreo compromiso con la democracia cuando sin cortapisas respaldó a los trabajadores venezolanos al comienzo de la tragedia chavista que destruyó mi país y que hoy continúa azotándolo. De primera mano, la CTV y el Comité Ejecutivo, tuvimos el honor y la oportunidad de comprobar personalmente la entrega de Luis a las luchas de los trabajadores.
Ciertamente, a principios del año 2000, la CTV y yo como su Presidente, encontramos en Luis Anderson, en el Secretario General de la ORIT y en el amigo, un apoyo valiente y solidario y junto a su querida esposa Deus, una fraterna amistad que se ha mantenido a través de estos años de ausencia de Luis.
Mientras muchos en el sindicalismo internacional le daban el beneficio de la duda y otros incluso, le brindaban abierta simpatía a Hugo Chávez y su régimen, Luis ya tenía una visión clarísima de hacia dónde conduciría el país y a la clase trabajadora el dictador y por ello no dudó en colocarse del lado de las organizaciones obreras venezolanas que desde el inicio de la desgracia chavista, enfrentamos una brutal arremetida del militar golpista que había llegado a la Presidencia de la República con la promesa de que “lanzaría un misil contra el edificio de la CTV”.
Muchas fueron las jornadas de lucha contra el régimen chavista en las que contamos con la fuerza y legitimidad que nos ofrecía su soporte. Luis no limitó ese apoyo jamás y aun a riesgo de su seguridad personal e incluso de su expulsión del país, se iba a las calles hombro con hombro con nosotros a plantarle cara al régimen. Así ya lo había hecho contra Pinochet y contra otros regímenes oprobiosos del Continente. Por eso afirmo que la desaparición física de Luis Anderson fue un golpe noble para el movimiento sindical internacional pero sobre todo, fue una pérdida irreparable para la clase trabajadora venezolana pues, sin ninguna duda, Luis habría sido nuestra voz ante el mundo, ya que entendía el sindicalismo internacional como un compromiso de lucha y no como una especie de diplomacia pública dispuesta a callar ante los atropellos y violaciones de los derechos de nuestros trabajadores por parte del régimen chavista.
Con anterioridad me referí a la fraterna amistad que tuvimos Luis y yo, de la cual fueron partícipes nuestras familias y que aún conservamos. Deus y sus hijos son parte del legado que nos dejó Luis, la otra parte son sus consejos, orientación, su lealtad y su ejemplo de honestidad, seriedad y compromiso. Haber sido su amigo, haber compartido parte de mi vida sindical con un hombre de la talla de Luis Anderson me honra y a esa amistad brindo y brindaré tributo en todas partes y en cualquier circunstancia.
Su sorpresiva muerte me llenó de profunda tristeza. Para ese momento ya me encontraba en el exilio en Costa Rica y de inmediato hice lo único que podía hacer en su honor: tomar un avión hacia Panamá y acompañarlo hasta su última morada.
Su memoria y nuestro agradecimiento serán eternos. El sindicalismo de Las Américas debe hacer de su modelo y sus enseñanzas una referencia histórica.
Luis Anderson es parte de lo mejor de la memoria colectiva del sindicalismo mundial y su ejemplo debe ser una guía que inspire la lucha por los derechos de los trabajadores, por la justicia social y la democracia.
Carlos Ortega. Lima, 10 de septiembre de 2018.